#09 Malasia - Cameron Highlands
El plan trazado para los dos días posteriores fue hacer un trekking por la selva el primer día y el segundo alquilaríamos una moto que Emma nos dejaba por muy buen precio para recorrer las otras atracciones del lugar. El paseo por la selva fue entretenido y duro a partes iguales, la subida fue intensa y nos encontramos a una viajera que a (pre)juzgar por el outfit (rimmel en las pestañas y ropa de fitness) era de las que lleva maleta con rueditas y hace pocos trekkings. Ni bien empezamos a subir ya se paró y nos dijo “too hard”, la dejamos atrás pero nos alegró cruzárnosla a las horas en el pueblo. Y es que el hecho de aborrecer a la burguesía turística no hace que le deseemos ningún mal. Pero ¡qué viva la lucha de la clase trabajadora, también en el viaje! Fin de la cita. Los 3 daneses con sus bambas de ciudad y suela plana tampoco lo debieron disfrutar en vista de las manchas marrones de sus ropas, y es que el terreno era traicionero: en pendiente y barro húmedo, un paraíso para la vegetación y una trampa mortal para unas Vans urbanas.
Para nosotres también fue intenso pero el paisaje merecía la pena y llegamos hasta el final, donde se encontraba la carretera principal desde donde queríamos volver a dedo. Dicho y hecho, el primer coche que vimos era de un local que parecía estar revisando algo de una obra en la carretera. Usamos el viejo truco de preguntarle cómo ir hasta el pueblo -aunque ya sabíamos cuál era el camino-, nos indicó y a los 5 minutos de echar a andar bajaba con su pickup y nos ofrecía llevarnos. Por la noche comimos deliciosa comida india (pero bastante más cara que lo que veníamos pagando) y nos acostamos temprano para recargar pilas.
La mañana siguiente nos recibía con un sol resplandeciente y nos motorizamos. Como la zona es famosa por sus extensas plantaciones de te el plan era visitar una de ellas junto con alguna granja de fresas, abejas y/o cactus para llenar el día. La plantación de te fue una visita interesante, montañas llenas de arbustos cuyas hojas más tiernas eran cosechadas con rudimentarias tijeras de podar con dos trozos de plástico que las envolvían por los laterales y así iban recolectando las hojas que cortaban. Después de todo el proceso de fermentación y secado, esas hojas se convertían en las conocidas bolsitas de te que tanto se consumen en innumerables lugares del mundo. Evidentemente Chipi no podía dejar de preguntarse si entre tanto te también plantarían algo de mate, la respuesta también era evidente: no.
La visita al resto de lugares no tuvo nada a destacar salvo la buena pinta que tenían los enormes fresones que no nos dejaron recolectar porque el mínimo para poder hacerlo era medio kilo a precio de oro. La opción B que no nos sedujo pero nos conformó era probar las fresas que nos vendieron -previa degustación in situ- escogidas por ellos, sabrosas, pero no tanto como las que hubiéramos elegido nosotres. Lo más destacable y especial de ese día son las risas que Chipi me arrancó con la moto y su sentido del humor, parafraseando pero reconvirtiendo la frase de un famoso locutor argentino dedicada al Dios del fútbol, que en Cameron Highlands no arranca por la derecha sino por la izquierda ya que en Malasia se conduce por ese lado (legado de los colonizadores ingleses). A la vuelta, la rutina de cierre: preparar mochilas y ver cómo llegar al próximo destino…
Hermosa experiencia
ResponderEliminarAbrazo
Que bonito!! Esque mira que pintarse de rimel para ir a andar jejeje
ResponderEliminarJajaja grande! Qué guay que comentes amiga, pensamos mucho en vosotrxs ♥️
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