#31 Borneo



Seduku (53 años), mamá de Ganya.

Hola familia, cómo estáis? Después de un tiempo de silencio escrito pero acumulando muchas anécdotas nuestro viaje llega a su fin pero no podíamos acabarlo sin escribir una última entrada en el Blog. Cómo imagináis es una entrada especial por lo que hemos decidido escribirla a medias, yo -Fabienne- la primera parte y luego os dejo con Chipi. 


Como muchas ya sabéis, la última parada en este viaje, que hemos ido moldeando a medida que avanzábamos en distancia y tiempo, era Borneo. Agarramos el avión en Manila (Filipinas) y aterrizamos en la ciudad del noroeste del país llamada Kota Kinabalu. Como curiosidad os cuento que Borneo es la tercera isla más grande del mundo y tiene una peculiaridad en su división geográfica ya que parte del territorio es Malasia, otra gran parte Indonesia y una pequeña porción del mismo es Brunei. Nosotras hemos estado sólo en la parte malaya, y el reencuentro con su cultura y sus comidas fue una alegre celebración. Las que nos seguís desde el principio sabéis que la Malasia peninsular nos encantó, y eso sumado a que siempre es agradable volver a un lugar de alguna manera “conocido” porque todo resulta más fácil -especialmente a estas alturas del viaje y con el cansancio acumulado-, no podíamos hacer más que agradecer y celebrar un poco de suavidad en la logística viajera. Además, aquí en las ciudades es muy fácil encontrar restaurantes vegetarianos para locales -nada de hamburguesas de legumbres o similares-, sino deliciosa comida india, malaya y china pero sin carne ni pescado. Eso, como os podéis imaginar, es algo que nos facilita mucho la vida -y reconforta el paladar-. 



Laksa, plato típico malayo.


Roti canai, con sus salsas.


Comida India con todos sus colores y sabores, gracias 🙏🏽 .


Uno de nuestros objetivos en Borneo era bucear ya que sabíamos, gracias a fuentes cercanas y experimentadas, que es uno de los lugares más increíbles a nivel mundial. La mala noticia cuando indagamos un poco más fue que en la mayoría de puntos de buceo era obligatorio tener el nivel avanzado ya que son inmersiones más complejas, sobre todo por las corrientes. Así que después de meditarlo y tomar la decisión de invertir algo más de dinero en esta recién estrenada afición, nos dispusimos a buscar un lugar donde realizar el curso “Advance”. Encontramos el más barato de la zona y lo hicimos con ellos. La empresa y el equipo de buceo estaban bastante bien, la mayoría de instructores parecían muy majos, pero a nosotras nos tocó un desmotivado y desorganizado profesor. En este curso donde se supone que mejoras mucho la flotabilidad (sostenerte en la ingravidez acuática sin parecer un pato mareado) realizas ejercicios diversos de orientación con brújula, inmersiones profundas (30 metros) entre otras cosas. La lástima fue que, como ya os he dicho, nos tocó un instructor que estaba en el extremo opuesto a nuestro primer instructor de Tailandia en cuanto a motivación y pasión por su trabajo y eso sumado a que ambas nos desenvolvemos bien en el medio acuático hicieron que pasáramos por las pruebas rápido y sin poder disfrutar demasiado de las inmersiones. Bastante decepcionante pero Chipi pudo descargar su frustración dejando una referencia negativa en Google y esperamos que nadie más tenga que sufrir las prácticas de este instructor. No obstante y no “gracias a” sino “a pesar de” nuestro profe sí que notamos que a medida que aumentaba el número de inmersiones cada vez nos sentimos más hábiles, nuestra flotabilidad ha mejorado mucho y podemos disfrutar al máximo de la experiencia y la increíble sensación de ingravidez cuando estás ahí abajo. Así que a pesar de la experiencia, ya con nuestro certificado Advance en mano y sintiéndonos preparadas para el siguiente reto, nos fuimos hacia nuestro siguiente destino: Semporna. Esta es una ciudad al noreste de Borneo que iba a ser nuestra ciudad-dormitorio ya que está muy cerca de una isla llamada Sipadan que era nuestro destino real. Esta isla prometía ser un paraíso bajo el agua, con una pared de coral con más de 600 metros de caída y donde habíamos puesto nuestra ilusión (y parte del presupuesto en este país). No defraudó, hicimos dos inmersiones en el lugar y vimos más vida que en todas las anteriores juntas. Fue meternos en el agua y empezar a ver miles de peces, tortugas, un enorme cardumen de jureles, y bastantes tiburones de arrecife. Un espectáculo que nos hizo erizar la piel y derramar alguna que otra lágrima de emoción submarina. Para acabar de redondear el increíble día, de camino al siguiente punto de buceo divisamos a lo lejos un grupo de delfines al que nos acercamos con el barco y los pudimos ver saltar y nadar al lado de la embarcación a escasos metros. La felicidad no podía ser más grande y el corazón no estallaba en el pecho. Definitivamente mereció la pena la inversión y sabemos cuán afortunadas somos de haber vivido algo así. 



Una tortuga y un tiburón de los muchos que vimos ese día.



En fin, después de la increíble experiencia en Sipadan volamos de vuelta a Kota Kinabalu para seguir viaje hacia el sur de la parte malaya de Borneo. Nuestro siguiente destino era Miri, una ciudad de paso donde aterrizamos y seguimos el viaje por tierra hasta una ciudad llamada Kuching, pero para esta parte de la historia os dejo con nuestro argentino favorito. Gracias por seguirnos todo este tiempo y os dejo feliz de saber que nos reencontramos muy prontito! Abrazote!!


Como les explicó Fabienne llegamos volando a Miri para evitar 3 fronteras terrestres consecutivas que habría que cruzar para salir de Sabah (Malasia) entrar al pequeño pero rico país de Brunei y volver a salir a Sarawak (Malasia).

Llegamos por la noche y con el consejo previo de evitar la ciudad ya que no contaba con grandes atractivos, así que a la mañana siguiente emprendimos ruta con rumbo a Kuching, como esta ciudad se encontraba a 600km de distancia decidimos hacerlo en 3 días a dedo y parar en el medio en un parque nacional llamado Niah Caves. Las cuevas o mejor dicho la cueva, la más grande, era por lejos la cueva más grande que hemos pisado en nuestras vidas, siendo tan imponente que necesitas linterna de gran alcance para evitar la claustrofobia y seguir sumergiéndote en las profundidades.



Las cuevas de Niah.



Tras recorrer las cuevas en el parque, pasamos una noche durmiendo en una habitación del parque y al día siguiente continuamos ruta. El sol del mediodía y el calor y la poca frecuencia de coches yendo a distancias de mas de 10km nos hizo tomar la decisión de agarrar un autobús hasta la capital (Kuching).

Tras llegar buscamos un lugar digno para descansar y al día siguiente recorrimos la ciudad. Su nombre significa gato en malayo y la ciudad esta rodeada por monumentos dedicados a los felinos, algunos cuadrúpedos bien cuidados y alimentados por las calles y hasta un museo dedicado a ellos (el cual visitamos pero nos pareció una gran frikada incluso para la amante catalana de los gatos).

En la ciudad teníamos la idea de ver principalmente 2 cosas, un refugio de orangutanes y un parque nacional que nos habían recomendado varias personas. 

Pero lo que nadie nos había dicho era la belleza que tenía la ciudad, inundada por más de 27 etnias diferentes ésta es multicultural como pocas, además de encontrarse muy por encima de los estándares de higiene comunes en las ciudades en general y del sudeste en particular, este tema es digno de orgullo de los locales a los cuales se les ilumina la mirada en cuanto les entregas ese halago o reconocimiento. 



Murales de Kuching.




Para ir a Semmengohh, el refugio de orangutanes, nos levantamos a las 5 de la mañana para llegar a tiempo al horario de alimentación del parque. 

Este refugio se encarga de rescatar orangutanes que son dejados sin hogar por parte de las talas y quemas intencionales en la selva, generadas para plantar palmeras de donde obtendrán en un futuro aceite. 

En el refugio se encuentran más de 30 orangutanes provenientes de 4 generaciones. Los mayores tienen alrededor de 50 años y los menores son bebotes recién nacidos de algunos meses. 

Cabe destacar que no hay ningún tipo de jaulas ni cerramientos que los limiten por lo que pueden acercarse a buscar las frutas que les ofrecen como también no exponerse a los turistas foto fanáticos que los esperan para verlos. 

En cuanto comenzó el horario de alimentación entramos con el primer grupo de personas y ahí estaba Ganya, un macho de 15 años en plena edad reproductiva que intentaba abrir un coco a castañazos contra el tronco de un árbol. Lo observamos alrededor de 15 minutos y luego se fue haciendo temblar todos los árboles que usaba de puentes en su camino de vuelta a las profundidades de la selva. 



Ganya (15), hijo de Seduku.


Tras la salida de Ganya, esperamos 45 minutos más por la llegada de alguno más pero no sucedió y decenas de turistas que no llegaron tan temprano se quedaron con las ganas de ver algún ejemplar. 

Fui al baño para emprender el camino de regreso a la ciudad pero en el camino nos interceptó Seduku, la mamá de Ganya de 53 años, que sin la comida de por medio se acercó hasta el medio del camino simplemente para mostrarnos lo hermosa que sigue siendo durante sus últimos años y tras ser una de las grandes pilares del refugio. 

Contentas como perras con dos colas volvimos a la ciudad con el objetivo cumplido. 

A los pocos días y con la ilusión renovada fuimos al parque nacional Bako, donde también pasaríamos una noche. 

Hicimos varios trekkings (caminatas en criollo) y vimos varios tipos de monos, por supuesto siendo tan graciosos como se caracterizan, jabalíes con barba, pero la cereza del postre fue observar a un macho de mono proboscis, un ejemplar único en el mundo y que solo habita en esta región y tiene la particularidad de tener una nariz muy peculiar que lo hace tan único.



Nuestro amigo el proboscis.



Cansados de tanto caminar salimos rumbo a la ciudad nuevamente y mientras que esperábamos el colectivo para volver, decidí estirar el dedo para ver si teníamos la suerte de despedirnos de esta hermosa manera de viajar que tantas alegrías nos dio. Debo admitir que fue la vez en todo el viaje que menos energía le pusimos, simplemente sentadas en la parada hacíamos señas indicando la dirección hacia la ciudad. Y como el autostop es tan noble funciona siempre. Frenó una pareja malaya y nos dio la merecida despedida dejándonos aún más cerca de lo que el bus nos hubiera dejado. 

Un par de días después volamos hacia Kuala Lumpur, capital de Malasia para tomar nuestro vuelo de regreso rumbo a Barcelona. Pero no sin antes despedirnos de todas sus delicias culinarias y de nuestra amiga Catthy de la que ya les habíamos contado en un post anterior. 

De esta manera llega a su fin esta aventura tan nutritiva que hemos hecho y espero haber podido transmitirles a través de las palabras un poco de todo lo que disfrutamos este viaje. Agradecemos por acompañarnos leyéndonos y enviándonos mensajes tras las entradas. 

Gracias totales. 



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