#25 Camboya - Angkor Wat


Una vez en Siem Reap el objetivo era claro. Visitar el templo que se lleva todas las miradas turísticas de Camboya y quizás del Sudeste asiático, es tan importante que es el símbolo presente en la bandera del país. Es tan importante que cedieron la concesión de su gestión a China por haber construido la única autopista del país. 


Viajando por el sudeste nos dimos cuenta de la dimensión que tiene China como potencia expansiva y abarcadora. Probablemente todas las autopistas o túneles que pisamos fueron construidos por los amigxs de ojos chicos. Con el poder del imperio y el dinero crean territorios para expandir sus fronteras utilizando el arma de la gentrificación pero a gran escala. Traen sus presos a trabajar en las autopistas que construyen sin pagarles, mudan centenares de familias y negocios que desarrollan las mismas actividades que en su país natal. Es decir, viviendo vida china fuera de China, comiendo lo mismo, juntándose solo entre ellos, haciendo actividades de ocio idénticas y muchas otras cosas más. 

Pero no vinimos a hablar de los peligros de las potencias sino de una potencia que fue pero ya no es. Este es el caso de la civilización de Angkor, esta era la sociedad mas próspera y desarrollada del siglo IX cuando comenzó a ser construido este actual patrimonio de la humanidad por la UNESCO.  En esta ciudad habitaron 750000 habitantes en una zona calculada en el equivalente a 5 ciudades de la actual Nueva York. Así fue como la sociedad Jemer fue la más grande de la humanidad preindustrial.



Con el poderío que significaba ser rey de semejante estado, en ese momento envió a construir, el hasta la fecha, mayor predio destinado al culto religioso. 



Lo curioso del lugar es que en un principio fue destinado a la religión budista pero dos reinados después de comenzar la construcción tuvo un giro hacia la religión hinduista del monarca de turno. Así es que a lo largo y ancho de todo el recinto se pueden observar destellos de ambas religiones como también, historias enteras de la vida del momento talladas en piedra que a día de hoy (1200 años después) aún siguen en pie. 

Menos mal que los arquitectos de la época tenían una visión un poco mas largoplacista que las modernas construcciones en seco. 


En fin, contaremos nuestra experiencia pero acompañaremos el escrito con fotos hechas por el dermatólogo que nos atendió días antes porque claramente son mejores que las nuestras. 

Alquilamos una moto eléctrica para recorrer los templos porque a pie es imposible amortizar los 37 dólares de la entrada. Nos despertamos 4:30 am para llegar al amanecer en los templos y aprovechar la inmensidad del lugar en su máximo esplendor. Así fue que con nuestro vehículo cargado de batería a tope y también de ilusión nos encaminamos por la fría noche hacia el puesto donde vendían las entradas al parque. Compramos los tickets y llorando por la entrada mas cara que pagamos en todo el sudeste nos dirigimos hacia el templo principal de Angkor. Ahí veríamos el amanecer y seguiríamos un circuito por todos los templos posibles hasta acabar en el último viendo el atardecer. 



Al llegar al lugar antes de las 6am nos sorprendió que no solo no éramos los únicos sino que estábamos rodeados de cientos de personas esperando el surgimiento del astro rey. Con postales que jamás olvidaremos fuimos transitando los templos uno a uno, y nos fuimos impresionándonos cada vez más porque no había uno igual a otro y en cada uno se podían apreciar cosas diferentes. 



Así es el caso de este, por ejemplo, lugar donde se filmó la película de Angelina Jolie, Tomb Raider, y es testigo que entre los años de olvido entre el siglo XV y XIX la naturaleza hiciera su avance y se fusionaran Madre Tierra  y obra humana para dar a luz a estas majestuosas raíces y árboles crecidos sobre las paredes de piedra. 




O también estas estructuras inmensas de hasta 18 mts de altura con caras talladas al detalle de la expresión del gran Buddha.



Se iba cayendo la tarde y rumbo al último templo para ver el atardecer nuestra querida moto comenzó a fallar y nosotrxs nos veíamos parte de la ilusión desmoronándose ante nuestros ojos. La moto murió al costado del camino en nuestro tránsito hacia el último templo, la desesperación se comenzaba a apoderar de ambxs cuando recurrimos a nuestro mejor amigo, el dedo. Al primer camión que pasó le hicimos señas pero no frenó. Continuamos en nuestra misión pero al nada, miramos hacia nuestra derecha y vemos como nuestro amigo camionero iba marcha atrás en nuestra dirección. Media alegría nos invadió y entusiasmó tanto que intentamos subirla de un tirón, con sobrada valentía y poca inteligencia, al ver truncado nuestro primer intento recalculamos e intentamos de una manera más eficiente y conseguimos subirla al camión. 



Nos llevaron a un mecánico pero solo le faltaba batería, que no se recuperaría a tiempo antes del ocaso del sol (buen momento para recordar que tienen en común una moto eléctrica y una cagadera… con ninguna sabes si llegaras a casa) por lo que recurrimos a llamar al sitio donde la alquilamos. El dueño con buena predisposición llegó con rapidez y nos dejó su propia moto mientras solucionaba la situación de la muerta con anterioridad. Ahí fue cuando nos pusimos los cascos y pegué el 46 de Valentino en el frente de la moto y fuimos esquivando todo lo que se nos cruzara hasta el último templo a contrarreloj. Finalmente y corriendo por la subida con nuestras últimas energías llegamos a ver el majestuoso atardecer para dar por concluido uno de esos días que jamás olvidaremos. 



Gracias Camboya, gracias civilización Jemer por tan bestial construcción y gracias vida por permitirnos disfrutar de este regalo. 


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