#10 Malasia - Taman Negara

 

Después de un largo viaje en mini-bus, llegamos a Taman Negara, una de las selvas más antiguas del mundo, hábitat de incontables especies de flora y fauna. Al llegar por la tarde, ese día sólo pudimos ubicarnos en el hostel y planificar. La mayoría de tours nos parecían caros y poco atractivos ya que te ofrecían hacer un trekking -que podíamos hacer por nuestra cuenta-, bajar por unos rápidos con una barquita y visitar una tribu aborigen. Los rápidos no nos llamaban nada y visitar la tribu nos parecía poco ético. De hecho, pensamos que esas visitas diarias de turistas debían pervertir las vidas de esas personas y afectar mucho a sus rutinas. Cuando nos íbamos, un local bastante informado en el tema nos confirmó que los jóvenes de la tribu ya no aprenden a cazar y demás habilidades de supervivencia. Cuando llegó el Covid se tuvieron que readaptar y volver a la vida de antes de priorizar el dinero o los bienes materiales que los turistas traían consigo, así que por un tiempo, la pandemia les hizo reconectar con sus raíces. Finalmente optamos por hacer el trekking por nuestra cuenta ya que nos explicaron que había una zona muy bien señalizada y no había pérdida. 


Esa noche cenamos muy rico y barato, cómo venía siendo normal, pero rodeades de turistas, se notaba que este lugar era un reclamo para viajeros internacionales. Nosotres seguimos en nuestra línea -rozando lo antisocial- cuando de occidentales se trata, evitando interactuar demasiado, juzgando y prejuzgando sus actos como turismo poco ético/responsable/sostenible con una suerte de superioridad moral que deberemos revisarnos… pero sea desde el lugar que sea nos cuesta aceptar que para los locales todos estamos en el mismo saco. 


Llegó la noche y con ella el sueño profundo, el cual fue interrumpido abruptamente a la hora del rezo musulmán (son 5 al día y uno es antes del amanecer) ya que el hostel estaba al lado de una mezquita. Desde que llegamos a Singapur comprobamos que aquí cuando toca rezar se aseguran de que se entere hasta el sordo del pueblo: cantos y rezos del Corán suenan por altavoces potentes llegando a cada rincón del lugar. Al rato sonó nuestro despertador e iniciamos la rutina matutina previa al deseado paseo por la selva. Todo rutinario menos un detalle, era muy importante ponernos pantalón largo y calcetines por fuera ya que la selva estaba llena de sanguijuelas según nos habían advertido varias personas. También hicimos los deberes y leímos qué hacer en caso de tener alguna… pero eso no nos iba a pasar… Hecho, estábamos preparades! 



Estrechas pero motorizadas canoas cruzaban el río hacia el lado de la selva profunda (y los resorts de los turistas más pijos que dormían a ese lado en lujosas cabañas de madera). Una vez allí pagamos un impuesto por la conservación de la jungla -también por las fotos que haríamos- y empezamos la caminata. 



Árboles majestuosos que de tan altos se perdían entre las nubes y cantos de aves tropicales nos acompañaron todo el camino. 



Después de un rato caminando llegamos al “canopy walk”, un puente colgante hecho de cuerdas y madera de más de 500 metros de longitud que cruzaba un tramo de selva de árbol en árbol. La altura en el punto más alto es de 40 metros, no apto para gente con vértigo pero una experiencia emocionante para el resto.




Cuando acabamos de jugar en las alturas y de nuevo sobre suelo firme, encaramos la parte más dura hacia la cima. El ascenso parecía interminable a diferencia del sudor que seguía cayendo a borbotones y no se acababa nunca. Una vez arriba, la recompensa: vistas hacia el otro lado del valle de jungla y con las nubes en las copas de los árboles más altos. Nos asaltó la triste duda de cuánto tiempo duraría esa selva sin ser arrasada para plantar aceite de palma… suspiramos con impotencia y seguimos. La bajada fue entretenida y llegamos a una intersección donde debíamos decidir si volver por dónde habíamos venido o ir por otro camino algo más largo pero circular. Ahora, con el privilegio de saber el desenlace de nuestra decisión, me asalta esta imagen de los Simpson con moraleja:



Efectivamente, subestimando el desgaste energético acumulado y en una envalentonada mutua decidimos seguir por el largo. Todo estaba muy húmedo y resbaladizo, pero como íbamos a descubrir en breve, aún podía estarlo mucho más. Empezó a llover, gotas gordas de esas que no auguran nada bueno. Chaparrón tropical. Bueno, nos refrescaremos -dijimos-, pero aceleramos el paso. Al rato y cuando ambos estábamos absortos en pensamientos positivos sobre la experiencia bajo la lluvia y su purificación, siento un fuerte dolor en un tobillo, como un calambrazo seguido de mucho escozor, y otro, y varios más en milésimas de segundo. Grito y tiro la zapatilla a unos metros, en estado de shock le digo a Chipi que algo me estaba picando -pienso en arañas, serpientes…- mi cerebro reptiliano optó por la peor de las 3 respuestas de supervivencia: luchar, huir o paralizarse. En efecto, cual gacela que entra en disociación para no sentir el dolor cuando el león ya la ha atrapado, me quedé bloqueada. Y otra vez, el mismo dolor punzante y varias veces pero ahora en el otro tobillo. Chipi sale de su momentáneo estado de shock y me dice que son avispas/abejas, que a él también le ha picado una. Aún en estado de estupor echamos a andar sin mirar atrás, dolor, lluvia intensa, miedo. Lloro pero agradezco la suerte de tener una mano a la que agarrarme fuerte. Al rato el dolor disminuye y acabamos la aventura un poco menos angustiades. Una vez en el hostel lo tengo claro y me priorizo, necesito una ducha y untarme crema antihistamínica. Chipi se entretiene limpiando sus zapatillas y entra a la ducha cuando yo ya estoy con la crema. Me dice que debía tener una sanguijuela en el empeine del pie porque le sangra. Habíamos leído que si tienes una probablemente tengas más ya que inyectan un anestésico y ni las notas. Se mira, todo bien, debía ser sólo una y ni la hemos visto porque se ha desenganchado al quitar el calcetín. Sigo con la crema y contando picadas, siete por lo menos, cómo duelen… Segundos después oigo su voz algo agitada desde la ducha: tengo otra. Sube el tono, y el pánico: Fabienne, tengo otraaa!! Yo ya estaba sacando una tarjeta de crédito del monedero, habíamos leído que esa era una buena manera de arrancarla porque con los dedos se escurre. Entro y ahí estaba, entre sus dedos de los pies. ¡Joder qué asco! Intento una, dos, tres veces con la tarjeta. A la cuarta, con poca fe pero más determinación la arranco. ¡¡Joder qué asco!! la tiramos al WC y que se vaya lejos. Después, con más calma, desinfectamos las heridas, ponemos tiritas y a descansar. Bendito botiquín, cuánto uso le estamos dando. Esa noche tardé un rato en conciliar el sueño pensando en avispas asesinas y asquerosas sanguijuelas. Al día siguiente descansamos, planeamos como salir de allí y descansamos un poco más. Qué contrastes Taman Negara, cuánta belleza y cuánta naturaleza salvaje en el más intenso de sus sentidos…


Chipi observando la inmensidad de esta antigua selva en la cima


Comentarios

  1. Com van entrar les sangoneres?
    A través dels mitjons potser?
    Serien vespes, les abelles no solen atacar sense motius
    Quins sustos 🤔🤔
    Petonets

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No sabem com van entrar però ho van aconseguir… aventures jeje petonets i per molts anys 😘

      Eliminar
  2. Fuaaaaaaa que belleza !!!

    ResponderEliminar
  3. Joder vaya movidas 😱😱😱😱 y que dolor todo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí… aprendizajes y experiencias, no todo iba a ser playas paradisíacas y risas jaja

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

#16 Tailandia - Nakhom Sawan, Lampang y Chiang Mai

#30- Filipinas / Palawan

#31 Borneo