#13 Tailandia - Sadao, Krabi y Phuket

A lo lejos, Chipi jugando a fútbol con dos adolescentes tailandeses en Tubkaek, Krabi.

Después de que el amable señor malayo parara su camioneta a unos metros de la frontera, nos bajamos y empezamos a andar, pero no sin antes repetirme por cuarta o quinta vez que me tenía que casar con Chipi. Y es que para según qué religiones ser pareja sin estar casadxs no está bien visto, aunque él me lo decía riendo y de buen rollo. Pasamos el control del lado de Malasia sin problemas (como suele ser cuando sales del país) y seguimos caminando por un buen rato hasta llegar al control de Tailandia. Por el camino empezó a caer una buena tormenta tropical, pero bromeamos con el hecho de que una vez cruzáramos hacia el lado tailandés, la lluvia pararía de golpe y no volvería a llover ya que en este país, a diferencia de Malasia, supuestamente están en época seca. Nada que ver. Cayó una de las más grandes que hemos visto y en suelo tailandés, pero por suerte apretó cuando ya estábamos a cubierto y conociendo al agente que debía autorizar nuestra entrada con su sello. No tuvimos problemas pero estuvimos un rato enredando ya que a Chipi se le ocurrió dar el pasaporte argentino en lugar del español (con el que había estado viajando hasta ahora) para tener 90 días de visa en lugar de 30. Al no poder comprobar cómo había llegado hasta ahí -en ese pasaporte no había sellos de los anteriores países- el señor agente le pidió amablemente que le enseñara el otro y pusiera los datos del mismo en el papel. En fin, tardamos un rato más pero había que probar y total, tampoco teníamos ganas de salir a mojarnos… También tuvimos que reservar un hotel allí mismo (con los datos compartidos del móvil personal del agente) para rellenar en el formulario del visado el apartado que concreta dónde te vas a alojar. No os sorprenderá el criterio de selección: el más barato de la zona. Tampoco os sorprenderá cómo llegamos: evitando taxistas que nos querían cobrar un riñón por el viaje mientras caminábamos bajo la lluvia. Ese día caminamos en total más de 9 kilómetros con las mochilas de 11kg a la espalda. Fue intenso, es por eso que los dos días siguientes los pasamos en ese hotel, descansando, planificando y escribiendo el blog. También fue donde transitamos el pequeño duelito por dejar Malasia y encontrarnos con el nuevo país, idioma, escritura, comidas,… aunque esto último no cambia mucho y sigue en su línea como íbamos a ir descubriendo, ya que todo está delicioso. Eso sí, desde el inicio del viaje hemos tenido que rebajar mucho nuestras exigencias en cuanto a la reducción del consumo de plásticos de un sólo uso…


Un DIY (háztelo tú mismo) en versión comida a domicilio, como IKEA pero con noodles en vez de tornillos.


El resultado, mucho mejor al gusto que a la vista… 


En esos días también descubrimos el cambio cultural en cuanto a las religiones y estilo de vida, ya que aquí vemos muchos menos velos islámicos y hay más vida nocturna. También pudimos percibir algo que sabíamos nos costaría asimilar: la prostitución es legal y se ven muchos hombres (viejos y occidentales) acompañados de hegemónicas jóvenes asiáticas. El segundo día, de hecho, descargó en el hotel un autobús de mujeres transexuales bastante histriónicas (aunque sea por cumplir con el mandato patriarcal y reivindicar exageradamente su feminidad para ser aceptadas) que a juzgar por su aspecto también se dedicaban a lo mismo. En fin, Tailandia empezaba pisando fuerte y no nos iba a dejar indiferentes.


Después del descanso salimos hacia Krabi, destino bastante turístico pero que esperábamos nos ofreciera lo que andábamos buscando: playas tranquilas y relax después de tanta metrópolis malaya. Empezamos el viaje a dedo utilizando un cartel que nos hizo la recepcionista del hotel, en el que se lee “puedo venir contigo?”, ya que aquí, como en Malasia, los locales no están demasiado familiarizados con el concepto de autostop. 


La bonita escritura tailandesa que nos hizo la recepcionista.


Estrenando el cartel


Quien nos llevó fue un camionero muy simpático que no hablaba ni una palabra de inglés, casi ni nos entendía cuándo le decíamos “stop” y cuando le preguntábamos el destino nos hablaba en tailandés largo y tendido, así que optamos por sonreír y confiar. Eso sí, para explicarnos que no podía pasar por según qué núcleos urbanos con el camión hacía el gesto de que le ponían unas esposas, y eso sí que lo entendimos… después de ese camión, pedir ayuda a un policia para llamar a un taxi -porque si no perdíamos el bus- y un minibús, llegamos a Krabi bajo una lluvia intensa. Cenamos, vimos que ese lugar no nos podía ofrecer más que juerga y occidentalidad y planificamos la huída. Al día siguiente alquilamos una moto y nos fuimos les dos más las enormes mochilas a unas playas situadas a 30km que prometían ser tranquilas. Suerte que Chipi es hábil con la moto porque su mochila de 60 litros iba delante -donde se ponen los pies en una scooter-, la otra al pecho, la mía de 50 litros a mi espalda y la pequeña bajo el asiento. Cuando aceleraba, si no me agarraba fuerte, me iba de espaldas. Pero llegamos, sanes y salves, y el lugar resultó ser lo que prometía. Allí pasamos 3 días disfrutando de arena blanca, aguas cristalinas y tranquilidad. 


Puesta de sol y malabares


Comimos cada día en el humilde puestecito de una mujer de rasgos suaves y mirada maternal que nos preparaba delicias a precios mucho más económicos que en los restaurantes que la rodeaban. Allí, con la mejor cocinera de la zona, probamos el que es uno de nuestros platos tailandeses preferidos: la ensalada de papaya, dulce y picante, deliciosa. Al tercer día volvimos al centro de Krabi para devolver la moto y nos dispusimos a probar suerte en la ruta para llegar a Phuket a dedo. Dicho y hecho. No esperamos más de 5 minutos en los 3 puntos donde hicimos “escala” y fue, como siempre, un camino de aprendizaje, agradecimiento y expansión. Los primeros en parar, un matrimonio muy divertido al que le entró la risa tonta con una broma que nos hizo él: nos sugirió dejarnos en un buen lugar de la ruta para seguir probando suerte pero si no, delante había una comisaría y siempre podíamos pedirle a un agente que nos llevara a Phuket en su coche patrulla. ¿Sabéis esas personas que a medida que explican el chiste ya se van riendo y te acaban contagiando aunque el chiste no valga nada? Pues tal cual. Le hizo tanta gracia que no podía parar y cuánto más nos reíamos más se reían ellos. Viaje corto pero divertido. Nos dejaron en el punto estratégico/chistoso y tal y como sacamos el cartel frenó un coche con 3 mujeres (madre, tía/hermana e hija/sobrina) que pararon porqué la mamá dijo que aunque casi no hablaban inglés era amable ayudarnos. La tercera que nos levantó fue una mujer que venía de visitar a su mamá hospitalizada en otra ciudad e iba de regreso a Phuket. Con ella aprendimos nuestras primeras palabras en Tailandés, con todes aprendimos lo bonita que es la gente y cuántos miedos se trascienden al confiar e interactuar. La otra cara de la moneda (aunque la excepción que confirma la regla) la vivimos ya en Phuket, donde el anfitrión de CS que se suponía iba a recibirnos dejó de responder, sospechamos que cuando vio que no iba yo sola sino con mi pareja. Es algo que nos pasa a veces cuando nos contactan a través de mi perfil, que aunque dejo claro que viajo con mi compañero e incluso tengo alguna foto de les dos, a veces me ofrecen alojamiento hombres que se echan atrás al decirles que voy acompañada… en fin, encontramos alojamiento barato y ahogamos la frustración jugando con las olas del mar, que en esta costa estaban divertidas (pero no surfeables por lo que Chipi sigue trabajando la espera paciente, todo llegará). También pudimos ver cómo todo estaba encarado al turismo masivo -que todo lo pudre y corrompe pero de lo que tristemente nosotres también somos parte- con restaurantes que servían platos suizos, suecos o rusos y dónde, como podéis observar en el siguiente video, los locales se juegan la vida para dar paseos con paracaídas arrastrados por lanchas motoras a los turistas.


Los 2 turistas con sus arneses y el chico local subido sobre las cuerdas sin arnés ni más sujeción que sus manos -y su gran habilidad-


El tercer día nos fuimos de allí rumbo a Koh Tao, una isla donde nos enfrentaríamos a la contradicción de si meternos de lleno en la vorágine turista haciendo un curso de buceo o si seguir fieles a nuestros principios… pero para eso tendréis que esperar al siguiente relato. Khob khun ka 🙏🏾



 

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

#16 Tailandia - Nakhom Sawan, Lampang y Chiang Mai

#30- Filipinas / Palawan

#31 Borneo