#08 Malasia - Kuala Lumpur (2)

Después de pasar dos días con la divertida Lina, nos fuimos a casa de Cathy, la anfitriona de couchsurfing que conocimos hacía un par de días y con la que hicimos un tour por el centro de la ciudad. Cathy se ofreció para venirnos a buscar a la estación y desde ese momento ya percibimos lo que en los siguientes días fuimos confirmando: la gran hospitalidad, amabilidad y empatía de nuestra anfitriona. Ella vive con su mamá, Hock Lye, su hijo Johnovan y su hija Caitlyn. Convivimos durante una semana con esta familia, empapándonos de su manera de vivir y pudimos descansar de tanta ciudad que ya nos abrumaba gracias a que viven en un barrio residencial alejado del centro. Cathy compaginaba sus horas de trabajo con la atención a su familia y a nosotres, y siempre sacaba hueco para tener una charla, traernos alguna comida típica malaya o china, dar un paseo o visitar algún lugar. También pasamos muchos ratitos enriquecedores y divertidos con la mamá, una maestra de la aguja y los hilos que no sólo arregló la mochila de Chipi sino que le enseñó a coser para estar preparado ante cualquier otra eventualidad del campo de la costura en nuestro camino. Otro día me enseñó a hacer un bizcocho muy esponjoso mientras me compartía confidencias y desahogaba algunas frustraciones cotidianas. El resto del tiempo lo pasábamos explorando el barrio y la infinita variedad gastronómica, yendo en bici, jugando a básquet o haciendo yoga.

                       

   Deliciosa comida vegetariana al lado de casa

Cathy nos explicó muchas curiosidades, historia y tradiciones, pues es una mujer muy culta y sabe transmitir con la dosis justa de objetividad y emoción para no dejarte indiferente. Ella es malaya, nacida en KL, pero de origen chino (su padre se mudó al norte de Malasia y después conoció a su madre con la que formaría su familia). Es por eso que nos transmitió su amor por sus ancestros, compartiendo interesantes charlas sobre sus costumbres, sus diferentes lenguas y dialectos y la escritura del chino antiguo y el simplificado -o moderno-. En cuanto a esta última aprendimos que muchos de los símbolos tienen su origen en representaciones gráficas de lo que significan y su papá le enseñó a memorizarlos así. Fue apasionante entender que algunos símbolos tenían techos de bambú para cobijar de la lluvia cuando querían significar protección, hogar, entre muchos otros ejemplos y variaciones. También pudimos ir al centro de meditación al que ella va habitualmente y asistir a uno de los rituales grupales en los que la gente explica experiencias de su camino espiritual y después comparten una meditación guiada por su maestro. Fue una experiencia interesante que nos permitió ver otro enfoque, otra manera de transitar ese sendero de autoconocimiento, sanación, elevación y conexión con el universo. 


       Paseo por la selva con nuestra anfitriona 


Con Cathy también compartimos un paseo por una zona de selva en mitad de la gran ciudad donde vimos monas con bebés recién nacidos que enternecían el corazón y hojas del tamaño de dos cabezas nuestras mientras charlamos sobre la vida, la educación y la crianza. 


     Mona con su bebé recién nacido


Si te da un apretón definitivamente te puedes limpiar con una de esas…


Si algo nos llevamos de esta experiencia es cómo al compartir varios días pudimos traspasar las capas superficiales de conocer a tu anfitrión para vincularnos desde un lugar mucho más profundo y sincero, compartiendo vivencias, felices y traumáticas, y aprender del camino de otras que al final también es el de una misma. 


Esta foto nos expande el corazón, especialmente la sonrisa y el brillo de Hock Lye


La guinda del pastel en nuestra última mañana con la familia fue probar -por fin- el famoso durian. Esta es una fruta típica de la zona y que los locales aman más que el arroz frito. La primera vez que entramos en contacto con el fruto fue por vías olfativas en un mercado de Singapur. Su olor casi me dio náuseas y culpé erróneamente a un puesto donde vendían carne. Más tarde, cuando le preguntamos a nuestro anfitrión que por qué en el metro había carteles de “prohibido comer durian”, descubrimos que ese peculiar olor lo desprendía el fruto en cuestión. 


Diversas frutas tropicales, la de la derecha, grande y con pinchos, el famoso durian…


Poco a poco fuimos atando cabos a medida que íbamos recabando información hasta llegar a donde estábamos ahora, en casa de Cathy, a punto de saborear el manjar. No os he podido describir el olor porque me falta vocabulario y algo semejante para que os hagáis una idea (¿azufre quizá?). Con el sabor me pasa algo parecido pero puedo intentarlo: cuando te lo metes en la boca lo primero que sientes es una textura cremosa, como el queso o una nata espesa, después llega el intenso sabor, que lejos de ser dulce -algo esperable siendo una fruta ¿no?- es algo así como ajo y cebolla fermentados, una fiesta de sabores exóticos a la que -por ahora- nuestro paladar no tiene ninguna intención de volver a asistir… pero sabemos que el entusiasmo que despierta en los locales, que tienen puestos de comida dedicados exclusivamente al fruto, es debido a que es uno de esos alimentos que cuánto más lo pruebas, más te gusta. Cathy nos lo comparó con el queso azul y creemos que es un buen símil ya que quienes no lo han comido no lo disfrutan ni por su aspecto ni por su intenso sabor. En fin, ya podemos poner un tic en nuestra lista de cosas pendientes: probar durian.

     Durian por dentro, listo para ser comido… o no.

Comentarios

  1. Tindré que provar el Durian 🤣🤣
    Les ostres tampoc agradan a molta gent i a mi me'n encanten.

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  2. Me agradan los relatos y compartolas emociones

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  3. Ohhh que bonito todo!!! ❤️ Gracias por compartir lo con tanto cariño

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